En mayo del año 1909, fue informado el Ministerio de Obras Publicas de la Provincia de Buenos Aires, desempeñado en esa época, por el Doctor Don Jose Tomas Sojo, de la existencia de una valiosa fuente de agua mineral, en el Sud Oeste de la Provincia de Buenos Aires, en Carhue, Partido de Adolfo Alsina, denominada Lago Epecuen, y cuyo análisis de aguas, había acusado notables propiedades terapéuticas, de las que la Provincia, podría hacer una aplicación provechosa, en beneficio de los atacados de determinadas enfermedades, y particularmente en la infancia doliente y desválida.
Con este motivo, el Ministerio, ordenó un estudio oficial de sus aguas, el que le dio por resultado, la comprobación más acabada y concluyente, de la riqueza y bondad indiscutible de esta fuente de propiedades, altamente terapéuticas.
“La clasificación de estas aguas, entre las cloruradas, salobres, con una proporción de Yodo y especialmente de Bromo, muy apreciable y la radioactividad que poseen, les dan condiciones importantes para tratar con éxito, afecciones diversas.
Pero hemos de manifestar desde ya, que si esta clasificación de las Aguas de Epecuen, es aceptable, por la calidad de sus componentes químicos, las aguas mismas representan un tipo aparte, por la cantidad verdaderamente excepcional, de algunos de ellos.
“Sus aguas son inhabitables para todo ser viviente y sobre la superficie de ellas, que impresionan majestuosamente
con su silencio y el albor de sus salinas costaneras, sólo se ve, como manifestación de vida, bandadas de flamencos
rosados, con sus alas ribeteadas de negro y largas patas rojas, que con su apostura solemne, constituyen un digno
realce de aquel hermoso cuadro”.